EDUCAR, ENSEÑAR APRENDER, Y FORMAR

María de Lourdes Beltrán Lara

Profesora Investigadora

ESIME CULHUACAN IPN


Educación, viene del latín EDUCO, EDUCARE, EDUCAVI, EDUCATUM; que quiere decir sacar de, Actualmente se refiere al proceso y resultado de proporcionar el mínimo de habilidades al individuo para que este ocupe un lugar en la sociedad y se procure conocimiento a lo largo de la vida.


La educación habrá de considerarse como el proceso social mediante el cual, una comunidad asimila a sus nuevos miembros incorporándolos a sus valores, reglas, pautas de comportamiento, saber, prácticas, ritos y costumbres que la caracterizan.


La educación debe también promover entre los individuos la siembra de inquietudes, preguntas, espíritu crítico, de conjetura y creatividad que les permita rescatar de sí mismos lo más valioso, sus talentos y capacidades innovadoras, sus potencialidades como personas, su compromiso y su solidaridad.


La educación se realiza mediante un proceso que interrelaciona a la enseñanza y al aprendizaje en un determinado momento socio histórico, lo cual implica un cambio constante en: la concepción de ser humano, del avance de la ciencia y la tecnología y por ende en la comprensión epistemológica del aprendizaje.


La enseñanza es una actividad educativa más específica, intencional y planeada para facilitar que determinados individuos se apropien y elaboren con creatividad cierta porción del saber o alternativas de solución a algún problema en aras a su formación personal.


Aprendizaje viene del latín aprehendo, aprehendere, aprehendi, aprehensum; que quiere decir “apoderarse de”. Es el cambio relativamente permanente de la conducta producido por la experiencia, constituye un efecto y, en ese sentido, es el lugar de articulación de esquemas. En el lugar del proceso de aprendizaje coinciden un momento histórico, un organismo, una etapa genética de la inteligencia y un sujeto, adscritos a otras tantas estructuras teóricas de cuyo engranaje se ocupa y preocupa la epistemología.


La enseñanza no excluye al aprendizaje, sino que lo asegura; según Flores Ochoa, la verdadera enseñanza debe promover el aprendizaje de conceptos para orientarse y hacer camino, para diseñar procedimientos para solucionar problemas y para secuenciar los pasos claves para alcanzar nuevos conocimientos explícitos, complejos, productos de la reflexión y no un aprendizaje fijo de datos y de información puntual.


Las ciencias de la educación identifican y proponen experiencias y procedimientos alternos que promuevan procesos de aprendizaje y de formación que resultan efectivos y placenteros para el desarrollo armónico de las personas en su propio entorno natural y socio histórico.


El desplazamiento requerido para la compresión de las ciencias de la educación no es hacia la individualidad del otro en cuanto tal, sino hacia las cosas, objeto mismo de la enseñanza, así como del contexto en que se realiza el proceso de aprendizaje, lo cual influye en los sujetos que intervienen en él. Toda comprensión educativa es una búsqueda de acuerdo entorno al tema o asunto (contenido) de que se trate, a partir del diálogo de los horizontes previos de maestro y alumnos en el que intervienen los valores personales y los institucionales para generar actitudes, habilidades y conocimiento.


Como en cualquier diálogo se busca llegar a un acuerdo dando valor a lo puntos de vista del otro y poniéndose en su perspectiva no para entender su individualidad, sino para entender su opinión y recoger su argumentación y su pretensión de verdad.


El diálogo educativo no intenta aproximarse al estudiante como individualidad, sino al reconocimiento de su alteridad como persona en desarrollo, como razón y libertad condicionada por la tradición y el devenir histórico.


En la educación se distinguen varios paradigmas o modelos educativos que definen la manera específica de realizar la educación, para formar a las personas.


La formación es la misión de la educación y de la enseñanza, ya que estas buscan mediante el conocimiento y la generación de habilidades y valores; facilitar la realización personal, cualifica lo que cada uno tiene de humano y personal, potencia al individuo como ser inteligente, autónomo y solidario.


Es la misma tendencia hacia la universalidad sobre el eje de la evolución que no difiere sino en detalles de la universalidad ideal preconizada por los filósofos del renacimiento y la ilustración como cualidad esencial de toda formación verdaderamente humana.


Por lo que la formación es considerada el eje y principio organizador de las ciencias de la educación, como disciplina en construcción, y también es el propósito y resultado esencial de la enseñanza. Está se refiere al proceso de humanización que caracteriza el desarrollo individual, a medida que el ser humano se apropia de la experiencia de la sociedad a través de la cultura y de la ciencia y participa en las prácticas de sobrevivencia y convivencia de la comunidad de la que es parte manifestando los valores aprendidos a través de sus conductas.


En la formación el individuo se apropia por entero de aquello para lo cual se forma, a diferencia de los demás seres de la naturaleza, “el hombre no es lo que debe ser”, y por esto, según Hegel, la condición de su existencia es formarse, integrarse en un proceso dialéctico.


De esta manera la formación es un concepto, que para las ciencias de la educación, es eminentemente histórico de autocofiguración vital, propio del ser humano como ser temporal en el sentido enfatizado por Hegel, Dilthey y Husserl; pero especialmente por Heidegger, para quien la esencia no es un arquetipo preexistente, sino que se hace en la existencia en la realización vital de los proyectos, de las decisiones, de los riegos que asume cada uno en el mundo.


Lo que es importante es experimentar realmente al tú en cuanto alteridad irreductible, en cuanto tú; se trata de conocerlo sin anticiparlo, sin saltarlo bajo el pretexto de que ya se aprehendió, sin pasar por alto ni restar validez a sus pretensiones, sin oponer contraprestación a cada demanda, principalmente dejándose hablar por él. Para ello se requiere querer que el otro hable, es decir, estar abierto a la expresión libre del otro.


La comprensión del maestro debe llegar hasta estar abierto por su propia voluntad (no por imposición), a dejar valer en su interior expresiones y pretensiones del alumno que atentan contra su propia autoimagen o contra sus prejuicios y convicciones, porque reconoce en ellas algo de verdad, pues no se trata de dejar hablar ni de oír, sino de estar atento y abierto a su pretensión de verdad.


No vasta con reconocer a los educandos como personas, también es necesario que el maestro reconozca en sus alumnos la capacidad de razonar con sensatez y verdad aún en contra suya. En esto consiste la apertura a la crítica que tiene que ayudar a desarrollar propiciando la creatividad y la innovación que dan movilidad al entorno, se trata de que el alumno desarrolle todas sus posibilidades a partir de la información que el docente le proporciona.


Toda comprensión educativa es una búsqueda de acuerdo alrededor del tema o del asunto de que se trate, a partir del diálogo de los horizontes previos de maestro y alumnos. Como en cualquier conversación se buscan llegar a un acuerdo dando valor a lo puntos de vista del otro y poniéndose en su perspectiva no para entender su individualidad, sino para entender su opinión y recoger su argumentación y su pretensión de verdad.


La presentación, exhibición o enseñanza de cualquier tópico no la hace el maestro ante un auditorio general y abstracto, pues ante él no puede desarrollarse la interpenetración de horizontes tan necesaria para llegar a algún acuerdo sobre algo, para llegar a algún aprendizaje efectivo.


El maestro debería asegurarse de que existe comunión lingüística entre su exposición y su auditorio concreto. A este condicionamiento histórico tiene que atender el maestro si quiere cumplir con su tarea de intérprete, de traductor, de mediador entre la dinámica cognitiva del aprendiz y la dinámica de la ciencia y la cultura, sin olvidar que ambos, maestro y alumno, son efecto de ese torrente cultural.


La tarea educativa tiene que convertirse en una elaboración hermenéutica1 que traduzca e interprete públicamente el mundo de la ciencia y la tecnología en su proceso y en sus resultados al mundo propio de los aprendizajes con el propósito de contribuir a la formación en un doble sentido:


  • primero, facilitándole al que aprende la apropiación de la producción de mayor nivel de complejidad y

  • segundo, enriqueciendo las posibles soluciones que los mismos aprendices construyan frente al enigma de la vida propia y de su comunidad a su propia identidad socio cultural e histórica y a las necesidades económicas y de desarrollo individual y cultural, regional y nacional, es decir recobrando la relación entre ciencia y valor a través de la enseñanza.


Finalmente, la contradicción entre formación e información es apenas aparente e insuficiente para fundar sobre ella un programa cultural. De hecho los objetivos de formación están tradicionalmente relacionados con el cultivo de capacidades, actitudes y valores de alguna manera preexistentes en el sujeto, mientras que los objetivos de información o de instrucción se proponen introducir conocimiento desde el exterior del sujeto, ya sea al entendimiento o a la memoria.


El educador humanista tradicional prefiere los objetivos de formación porque según él abarcan más globalmente al ser humano. Pero aparte de que sin conocimiento no hay actitudes ni valores posibles, la formación no es en realidad solo un objetivo, no es un medio para lograr algún fin, sino que es la ganancia que le queda en autonomía y comprensión de la vida a cada alumno con cada aprendizaje significativo.


Cuando un aprendizaje es significativo para el alumno resuena en su experiencia vital, le habla y le llega como si fuera el regalo que esperaba hace tiempo. Un aprendizaje es un nuevo nodo de sentido que el alumno anuda con los hilos de su propia telaraña cognitiva, valoral y vital.


1 Hermenéutica viene del latín hermeneia, que quiere decir traducción, explicación, expresión o interpretación que permite la comprensión En general significa, pues, el arte de la interpretación de un texto, es decir, la posibilidad de referir un signo a su designado para adquirir la comprensión. Actualmente, este término designa una teoría filosófica general de la interpretación.