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Estado de México

Un pueblo lleno de tradiciones

Por Alberto Zanela

San Salvador Atenco, Estado de México. Hasta hace cinco años, cuando alguien tuvo la idea de construir allí un gran aeropuerto, pocos sabían que existía este pueblo. Sin embargo, sus habitantes estaban ahí desde mucho antes de la Conquista. Su fundación se remonta al año 968 dC, cuando los chichimecas entraron en el Valle de México y se unieron a los toltecas a través del matrimonio de una chichimeca con el rey Topiltzin. De ese linaje, tolteca-chichimeca, nació el famoso rey y poeta Nezahualcóyotl y los antepasados de los actuales pobladores de Atenco. En este municipio se encuentra, entre otros lugares históricos, el parque Los Ahuehuetes, lugar de recreo del mencionado gobernante.

Después de luchar contra los conquistadores, el pueblo pasó a ser encomienda de Hernán Cortés. En 1820 se constituyó como municipio. A principios del siglo pasado, los abuelos de los actuales habitantes trabajaban en pésimas condiciones –igual que en todo el país–, como peones de hacienda, por lo que al estallar la Revolución se unieron a los zapatistas para obtener tierras propias. Finalmente, en 1920, les fueron devueltas las primeras 245 hectáreas de su territorio ancestral y formaron el ejido de San Salvador Atenco. Si bien eran terrenos áridos, con técnicas tradicionales los volvieron fértiles. Ahora, 38.5 por ciento del territorio está destinado a la agricultura, y en muchas casas se mantienen huertos familiares.

Cuando, el 22 de octubre de 2001, se emitió el decreto presidencial que planteaba expropiar 73 por ciento de los terrenos ejidales –obligando a los campesinos a vender sus tierras a precios muy bajos– para construir el aeropuerto de la Ciudad de México, los residentes se organizaron para defender su territorio, raíces, tradiciones y, como ellos afirman, su dignidad. Se defendieron con machete en mano, se enfrentaron innumerables veces con la policía y no dejaron que ésta entrara; cerraron la carretera que lleva al pueblo, quemaron patrullas y tomaron como rehénes a trabajadores del gobierno, para defender lo que les pertenecía. Así nació el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT). Después de un tiempo, los atenquenses echaron atrás el decreto, pero el frente siguió en pie y se le sumaron otros tres pueblos indígenas cercanos: Santa Catarina del Monte, Santa María Tecuanulco y San Jerónimo Amanalco. El pueblo tiene también tradiciones que datan de la época de la Colonia, entre las que destacan el carnaval, el Día de Muertos y el de San Salvador.

El carnaval se realiza tres días antes del miércoles de ceniza, y los pobladores de Atenco se visten con trajes de colores, máscaras con rasgos muy expresivos y sombreros; además, los hombres se disfrazan de mujeres y bailan con los enmascarados en la explanada que se ubica a las afueras de la iglesia.

Para el Día de Muertos, ponen grandes ofrendas, en las que colocan vastas cantidades de fruta, guisados y pan de muerto elaborado en hornos caseros de adobe o ladrillo. El 2 de noviembre algunos de ellos esperan a los difuntos en el panteón municipal, con velas y ofrendas pequeñas sobre las tumbas y, en algunas ocasiones, llevan música. Durante la fiesta de San Salvador, el 6 de agosto, el ballet del pueblo recrea números musicales en una enorme tarima, mientras en otra danzan los tradicionales Santiagos. Cuetes y fuegos pirotécnicos engalanan el festejo.

Desde los inicios del conflicto, otros pueblos y organizaciones se solidarizaron con el FPDT. "Después de echar abajo el proyecto del aeropuerto, tuvimos contacto con organizaciones de Chiapas, Oaxaca y el Estado de México para intercambiar experiencias y hablar de identidad, cultura y proyectos productivos", comenta Heriberto Salas, simpatizante del FPDT y representante de la comunidad de Nexquipayac. Hoy, treinta personas de Atenco están presas en el penal de Santiaguito y en La Palma y enfrentan procesos penales por oponerse a que la policía levantara algunos puestos de flores, ubicados a las afueras del mercado Belisario Domínguez, en Texcoco, el pasado 3 de mayo. Ese suceso llevó a que recibieran más apoyo de otros pueblos. Y es que la defensa del territorio y la cultura es el pan de innumerables comunidades indígenas del país, por lo que muchas ellas se identifican con los habitantes de Atenco.

"El apoyo se manifiesta de muchas formas, tanto físicamente, presentándose a las marchas y mítines por la liberación de nuestros compañeros, como con la difusión del FPDT; incluso hemos contactado organizaciones internacionales indígenas, como las Seis Naciones, de Canadá, que enfrentan los mismos problemas que nosotros, en cuanto al despojo de tierras", comenta Heriberto Salas.

Excelsior, Domingo 20 de agosto de 2006.

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